Invierno en verano

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«La melancolía es una tristeza, un deseo sin nada de dolor, parecido a la tristeza en la misma medida en que la neblina se parece a la lluvia» – Henry Wadsworth Longfellow

Es julio y mi piel se pone pegajosa. La luz entra por mi ventana desde muy temprano en la mañana, y cuando salgo a tomar el bus me tengo que recoger el cabello porque no soporto el calor. Es julio, y las calles se atiborran de gente, el paseo marítimo se llena de personas disfrazadas de turistas sonrientes que van capturando momentos entre flashes, risas naturales y fingidas y morrales pesados que cargan como recuerdos en sus espaldas. Es julio, y la tarde se alarga, las sonrisas se propagan, los ojos se ocultan en lentes oscuros y las barbacoas parecen no acabar. Es julio y todo es felicidad, lo sé, pero no sabía que se podía sentir el invierno en verano.

Nunca había percibido esta isla así, tan distante y callada como la percibiste tú. Me dijiste que aquí nunca serías feliz. Me miraste con esa mirada triste que conozco desde la infancia; esa mirada tímida y lejana que parece decir mucho sin decir nada,  y me explicaste que  te perdiste entre las olas que vienen y van, llevándose lo que fuiste y recordándote lo que quieres ser y aún no eres. Perdiéndote en este paisaje rocoso cubierto de amarillo y cielos rosados que te hacen sentir más solo, irónicamente más solo, de lo que posiblemente te sentías antes de venir. Pudiste sentir el invierno en verano.

Guardé tu mirada en mi alma, para después reflexionarla, y para mis adentros pensé que a veces yo también me siento así. Sola, pérdida, dolida y extraña. Lejos del mundo, de mi casa, de los míos, de lo que solía ser y lo que escogí. El mar tiene el poder de sacar lo mejor y lo peor de ti.

Mientras me hablabas pude tocar tus miedos y tus nostalgias. Pudimos hablar sin palabras, y entendernos sin decir nada, como cuando éramos dos quinceañeros soñadores en una ciudad de la que ambos queríamos escapar. Volvías a ser vulnerable, bañado en nostalgias y viejas inseguridades; y yo volvía a ser el oído atento que te podía consolar. Nos consolábamos.

Me dijiste que mientras paseabas solo, una fuerte nostalgia se apoderó de tí. Que viste tu vida en cámara lenta, y el paisaje alegre y soleado que muchos escogen para sus vacaciones, se convirtió en un cuadro dorado y  melancólico del que por un momento querías huir. Nunca lo había pensado. Se puede sentir invierno en verano.

Ya no estás, pero me quedé con tus palabras. Me senté en el banco al lado del mar (el mismo de la foto)  en donde encuentro respuestas cuando quiero meditar.  No puedo dejar de pensar si seremos nosotros los que percibimos los lugares de acuerdo a lo lleno o vacío que está nuestro interior. Me pregunto si después de tantos años te sigues sintiendo solo, calladamente solo, como esta isla que tanto te gustó pero en la que no podrías vivir. ¿Me preguntó por qué tus palabras quedaron haciendo tanto eco en mi?

Sentí el invierno en verano.

17 comentarios en “Invierno en verano

  1. Me ha gustado bastante, es sobrecogedor porque como bien dices las estaciones parecen asemejar nuestras emociones y sentires. Justo ahora aquí en mi estado hace frío y está nublado y lo único que puedo pensar es que el día es solo y triste.

    ¡Genial continúa así!

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  2. Hola! que bonito mensaje, me gusto tu publicación es muy inspiradora, y no dejemos pasar el tiempo así nada mas, cada día es un día para recordar, y a la vez se vuelve recuerdo y este puede ser feliz o nostálgico, pero es parte de nuestra vida, con las cosas que nos gustan y con las que no tanto, pero solo tu decides que sentido le das a cada detalle. Saludos hermoso!

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